Administrative Law / Droit administratif
2009
Spain / Espagne
Luis F. Maeso Seco
Profesor Asociado de Derecho Administrativo en la Universidad de Castilla-La Mancha,
Doctor en Derecho Europeo
The global economic crisis, which has affected (and still affects) our country, has resulted to the Spanish Administrative Legislator being focused - naturally - on taking numerous measures to get out of this crisis, adopting several Decree-laws, which are impossible to list here in detail. However, the Spanish Administrative Legislator has also had the opportunity (during these past twelve months) to deal with other issues not less important, such as: 1) the modification of the rights and freedoms of foreigners in Spain (by virtue of the Organic Law 2/2009, of December 11); 2) the reform of the regulation of the Joint Commission for the European Union (by virtue of Law 24/2009, of December 22), motivated by the holding by Spain of the rotating presidency of the European Council and by the entry into force of the Treaty of Lisbon; and finally c) the transposition of the Directive 2006/123/EC of the European Parliament and the Council, of December 12, 2006, on the internal services market, also known as “Services Directive” (by Law 17/2009, of November 23, on free access to and exercise of service activities, and by Law 25/2009, of December 22, or law “Omnibus”, which modifies different Spanish laws in order to adapt them to this Directive). Nevertheless, a most important argument has drawn the attention and the efforts of the Spanish Legislator: the reform of the system of autonomous or regional financing. A long-awaited reform for some Autonomous Communities (in particular Catalonia), which has its origins in two irrefutable data (the demographic increase and, therefore, the increase in the cost of certain fundamental public services - e.g. education, health, etc. - that some regions experienced due to the fact that they received foreign immigration population and also due to the reform of the Statute of Autonomy for six of them) and that was carried out through three different Laws: a) the Organic Law 3/2009, of December 18; b) the “ordinary” Law 22/2009, also of December 18; and c) the Law (also “ordinary”) 23/2009, of the same date. These three laws establish a new system of common regional financing (with the exception of the Basque Country and Navarre), which has received a lot of critics by certain political parties and whose main axes are: 1) strengthen the principles of unity and guarantee the economic equivalent level of the model; 2) consolidate the notion of fiscal co-responsibility; 3) increase the financial resources of these Autonomous Communities that had to cope with the demographic increase and which we mentioned above (by raising the rates of transfer of the proceeds of certain taxes, e.g. the VAT, which has increased from 35% to 50%); and 4) amplify the regulatory competences of the Autonomous Communities with regard to certain elements of the tax “star” of the Spanish tax system (the IRPF or Personal Income Tax). And most importantly, all of this without forgetting the solidarity factor (for which the amount of the Inter-Regional Compensation Funds has also increased) as well as one double and final purpose: 1) to clarify the limits for the creation of taxes by the Autonomous Communities and 2) to reduce the conflict between them. Only time will tell if this “square the circle” which the basic administrative legislator has tried to achieve through the institution of this new system of regional financing will be successful or whether, on the contrary as it is feared, we find ourselves before one more formula for trying to achieve the impossible. That is to say, reconcile the legitimate (although contradictory) economic aspirations of the “poor” and “rich” regions in the context of a general autonomous system in constant evolution.
La crisis económica global, que aún está afectando a nuestro país, ha hecho que la labor normativa del legislador español en lo que al Derecho Administrativo se refiere haya estado centrada - como es lógico - en la adopción de numerosas medidas para salir de la misma bajo la forma de Reales Decretos-Leyes, los cuales resulta imposible enumerar ahora de manera pormenorizada. No obstante, el legislador administrativo español ha tenido oportunidad durante los últimos doce meses de abordar otras cuestiones no por ello menos trascendentes, como pueden serlo: la modificación del régimen de derechos y libertades de los extranjeros en nuestra país (con la Ley Orgánica 2/2009, de 11 de diciembre); la reforma de la regulación de la Comisión Mixta para la Unión Europea (en virtud de la Ley 24/2009, de 22 de diciembre), y motivada por la asunción por parte de España de la Presidencia de turno del Consejo y de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa; o la transposición de la Directiva 2006/123/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 12 de diciembre de 2006, relativa a los servicios en el mercado interior, también conocida como “directiva de servicios” (por Ley 17/2009, de 23 de noviembre, sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio, y la Ley 25/2009, de 22 de diciembre, o “Ley ómnibus”, de modificación de diversas normas españolas para su adaptación a aquella Directiva). Sin embargo, un argumento por encima del resto ha acaparado la atención y los esfuerzos del legislador español: la reforma del régimen de financiación autonómico. Una reforma largo tiempo esperada por algunas Comunidades Autónomas (particularmente la Catalana), cuyo origen cabe situar en dos datos incontestables (el aumento poblacional y, en su consecuencia, del coste de determinados servicios públicos fundamentales - p. ej., educación, sanidad, etc. - que han asumido algunas regiones receptoras de población inmigrante extranjera, y así también a la reforma de los Estatutos de Autonomía de seis de ellas) y que se ha instrumentalizado a través de tres leyes distintas, a saber: a) la Ley Orgánica 3/2009, de 18 de diciembre, b) la Ley ordinaria 22/2009, también de 18 de diciembre, y c) la Ley igualmente ordinaria, y de la misma fecha, 23/2009. Tres leyes de las que resulta un nuevo sistema de financiación autonómico común (esto es, excepción hecha del País Vasco y Navarra), fuertemente contestado por algunos partidos políticos y cuyos ejes principales han sido: a) reforzar los principios de garantía de unidad y de nivel económico equivalente del modelo; b) fortalecer la noción de corresponsabilidad fiscal; c) incrementar los recursos financieros de aquellas Comunidades Autónomas que han tenido que hacer frente a aquel aumento poblacional al que antes nos referíamos (elevando los porcentajes de cesión de lo recaudado por determinados tributos, p. ej., el IVA, que pasa del 35 por 100 al 50 por 100); y d) ampliar las competencias normativas de las Comunidades Autónomas en relación con determinados elementos del tributo “estrella” del sistema fiscal español (el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas). Y todo ello, sin olvidar el factor solidaridad (para lo cual se ha incrementado también el importe de los Fondos de Compensación Interterritorial), con la doble finalidad última y declarada de: a) clarificar los límites para la creación de tributos propios por las Comunidades Autónomas; b) reducir la conflictividad entre ellas. Sólo el tiempo nos dirá si esta “cuadratura del círculo” que ha pretendido lograr el legislador básico estatal a través de la instauración de este nuevo modelo de financiación autonómica ha tenido éxito o si, por el contrario y como cabe temer, no se trata sino de una fórmula más de intentar satisfacer lo imposible, a saber: las legítimas, aunque contradictorias, aspiraciones económicas de la regiones “pobres” y “ricas” en el marco de un sistema autonómico general, por lo demás, en continua evolución.